Sed de títulos: acercamiento a la crisis del deporte cubano.

Un país con sed de deporte, con sed de títulos

Cuba politica y deporte
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La Habana.--- Bajo la mirada y el dedo acusador del apóstol se reúnen en el Parque Central los fanáticos del deporte en la isla. Los mismos que nunca le perdonaran al gobierno haberlos privado de disfrutar en el 1999 del juego en el Latinoamericano con los Orioles de Baltimore. Estas personas realmente comprometidas con el deporte cubano, le resta importancia a la exclusión del régimen de los deportistas que han decidido abandonar el país.

El totalitarismo rige todas las esferas dentro la isla, y el deporte no escapa a este fenómeno, donde es muy difícil emitir un criterio verdaderamente crítico del estancamiento en el que se encuentra esta actividad en estos momentos, sin embargo en este céntrico lugar de la capital cubana, algunos desafían los dogmas imperantes y son capaces de expresar y sostener juicios totalmente contrarios a los del gobierno, defendiendo incluso, a capa y espada, las razones por las cuales se ven obligados a marcharse del país tanto prospectos como consagrados.

Las dos medallas de oro en la última olimpiada, que por cierto cambió la forma de ilustrar el medallero, esta vez se hizo por el total de medallas; la paupérrima actuación del equipo cubano en el último Clásico, han exacerbado los ánimos de los amantes de la actividad física y ahora se comienza a inquirir sobre si es correcto el rumbo que la cúpula del deporte cubano ha mantenido en la isla, que no ha sido capaz de evolucionar con los cambios que se han desarrollado en el mundo, donde el profesionalismo ha inundado todos los circuitos deportivos, incluso en el olimpismo.

Es probada la calidad de los atletas, así que estos, pese a decepciones por algunos resultados en momentos determinados, cuentan con el apoyo moral de su pueblo, tanto de los que viven bajo el sol del trópico, como de los que lo añoran, y es que es muy difícil para el cubano, no trastornarse con una mala actuación del equipo de baseball, poder respirar en los 13 segundos que dura una carrera de Dayron Robles, o no estar orgullosos del arrollador desempeño de Yuriolkis Gamboa.

Los que presentan aptitudes y dedicación por el deporte, sufren las mismas carencias materiales que el resto de los cubanos y buscan en esta actividad, como la mayoría en el mundo, una tabla de salvación para ellos y sus familias; sin embargo, cuando uno de estos deportistas es capaz de insertarse en el circuito mundial por su calidad, comienza no solo a convertirse en una de las mayores atracciones para la fanaticada, sino que se convierte en un “símbolo del deporte revolucionario”, y distinto a lo que sucede en el mundo, esta persona es capaz de rehusarse por su “comprometimiento con la causa” a aceptar astronómicas cifras por jugar en equipos profesionales (estos hechos están asociaos principalmente al baseball).

Estos hechos muy comunes en la década de los 80 y principios de los 90, eran muy alabados por los amantes del deporte, ahora comienzan a tildarse de pocos razonables (se usan adjetivos más fuertes), y es que en un principio se dudaba por parte de los mismos atletas, si su calidad le permitía insertarse en un mercado tan competitivo como la MLB, pero los resultados obtenidos en este circuito por los primeros cubanos exiliados, el aumento del valor del dinero luego de la caída del campo socialista y la poca atención a los atletas, hizo que muchos se replantearan sus objetivos personales.

Poco a poco la voluntad y la dedicación de los atletas se doblega menos al discurso político dentro de la isla, este nivel de comprometimiento baja cada vez más con la aparición de una nueva generación de deportistas y, si antes las deserciones eran aisladas, las oleadas parecen ser la nueva tendencia, los casos de los equipos de voleibol, fútbol y baseball, son los más significativos. Es improbable que se pueda revertir esta situación.

Y es que el gobierno parece ignorar las aspiraciones personales de estos y pretende seguir con las inefectivas condecoraciones morales, medallas honoríficas, entrega de carné de la UJC, etc., en un contexto mundial muy diferente al actual, y que en su momento les rindió frutos.

Por otro lado, existe un mutis total en los medios de comunicación nacional de los resultados de los exiliados en la arena internacional, obviando incluso la participación cubana en eventos tan importantes como la Serie Mundial de las MLB; sin embargo dan cobertura a sucesos y crean todo un show político alrededor de algunas acciones (recordemos la de Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara), pero vuelve otra vez el mutis, incluso en momentos tan importantes coma la ocurrida en los últimos play off de la Serie Nacional de Baseball, cuando abandonaron la isla José Julio Ruiz y Juan Yasser Serrano, dos de las principales figuras de los equipos Santiago y Villa Clara (enfrascados en la porfía por el título zonal), y no hubo ni siquiera una alusión a la ausencia de los mismos, o la deserción de dos de los pitchers de mejor rendimiento en la pelota cubana: Aroldis Chapman y Yuniesky Maya. Estas oleadas son un reflejo del deterioro no del deporte cubano, sino del sistema que se vanagloria de rechazar el profesionalismo, tanto dentro de la propia Cuba, como que se desarrollen en arenas internacionales.

Para muchos (me incluyo) es una estupidez la censura del gobierno en pleno siglo XXI que obvia la globalización, las innovaciones tecnológicas, etc., que permiten seguir, aunque sea desfasado en tiempo, la última pelea de Yuriolkis Gamboa, o las mejores jugadas de Alexei Ramírez.

La solución para volvernos a insertar en la cima de las actividades físicas a nivel internacional debe ser la inclusión y no la exclusión de los deportistas cubanos en el exterior, la liberalización al profesionalismo de todos aquellos que lo desean, o es que acaso cuando Samuel Etoo juega por el Barça deja de ser camerunés, que los hace pensar que todos los que se fueron de la isla dejaron de ser cubanos por el simple hecho de pensar distinto o querer lograr sus aspiraciones personales.

Sin embargo, como casi siempre ocurre, no todo lo lógico parece ser racional para la jefatura del país.