Los gitanos, eternos errantes del planeta

Los gitanos
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Más allá de que también se utilice el término “gitano” en forma despectiva en algunas partes del mundo y que en España, por esta razón, existan iniciativas que pretendan cambiar el nombre de esta comunidad, para muchos de nosotros, el pueblo gitano es eso: Todo lo que envuelve la magia, la picardía, el nomadismo de esta gente de todas partes.

No importa donde nazca la persona sino que se adhiera a la forma de vida y a las costumbres gitanas que conforman un enorme sistema de creencias y valores que le son propios.

Se conoce que las comunidades gitanas no forman un grupo asentado en una nación que los reúna porque son nómades: Pasan por las ciudades, se cobijan en grandes carpas, muchas veces viajan en camionetas y están dispersos por los cinco continentes, constituyendo la minoría más numerosa en la Unión Europea.

Aunque las estimaciones estadísticas no son muy precisas, los últimos censos arrojan números aproximativos de las diferentes poblaciones gitanas en estados europeos.

En España el número de gitanos ronda los 600.000, en Bulgaria 371.000, en Italia entre 85.000 y 120.000, en Francia entre 200.000 y 300.000, en Reino Unido entre 80.000 y 100.000 mientras que en Turquía el número asciende a más de 3 millones.

No siendo entonces la tierra natal su característica, el gitano describe su identidad por otras “cosas”. Las diversas comunidades gitanas son de por sí “apátridas” por voluntad y tradición, donde esa independencia es una joya digna de apreciar. Su baile, su canto, sus taconeos y castañuelas, su deliciosa gastronomía, sus grandiosas fiestas, su religión cristiana y su pasión por las ciencias ocultas le convierten en un fenómeno exótico y de profunda significación.

Además de gitanos, también se los conoce por otros etnónimos como zíngaros, bohemios o romaníes. En el mundo hispano se la conoce como la cultura calé y se la asocia a la forma lingüística caló, que viene del indostaní “kâlâ” que significa “persona de color”, cuyas tradiciones perduran como costumbres arraigadas y que pertenecen ya a su idiosincrasia, a su folklore y a la esencia de la “vida gitanesca”.

El vocablo “gitano” deriva de “egiptano” porque antiguamente, sobre los finales de la Edad Media, se pensaba que de Egipto procedían estos pueblos.

Sin embargo, los orígenes del pueblo gitano, siguen siendo un misterio aun no resuelto por las ciencias competentes. Este reto sigue pendiente para la antropología, la sociología y la propia historia. Se sabe, empero, que debieron estar en una zona entre India y Pakistán.

¿Cómo han subsistido, en la órbita de las minorías, frente a comunidades más numerosas y “dueñas de casa” estas tribus errantes?

¿Qué factores han jugado a su favor pese a la falta de propiedad, la discriminación a la que se les ha sometido y los genocidios que le asolaron en el siglo pasado?

Probablemente las respuestas se encuentren en su unidad, como pueblo, en su respeto a las tradiciones y en su habilidad para los negocios que es el resultado de su adaptación al medio.

Pero bien se sabe que los gitanos “trabajan para vivir, no viven para trabajar”, cuestión por la que no acumulan bienes y garantizan, de esta forma, su libertad.

Uno de los símbolos más notables de esta cultura es la tradición de las “Bodas Gitanas”. Lo más común es que la joven pareja se case de acuerdo al culto católico o por la iglesia evangélica.

La virginidad de ambos es uno de los elementos más importantes de esta unión. El enlace se realiza aunque el mozo gitano ya ha tenido otras experiencias. En cambio, si la joven gitana no resulta virgen, no podrá contraer matrimonio, cuestión que deja ver un sistema dominantemente machista.

Debido a este culto a la “pureza” de la mujer, cobra especial relevancia entre los rituales concernientes a la celebración, la intervención de un personaje femenino conocido como la “ajuntaora”, que es la mujer que mediante la prueba del pañuelo, verificará la pureza de la novia.

La prueba del pañuelo se lleva a cabo durante el festejo y lo realiza, en ocasiones, la madre del novio, porque es el honor de la familia lo que está en juego.

La novia y la “ajuntaora” entran en un recinto acompañadas por la madre de ella y las otras señoras del clan. Allí tienden sobre la cama a la novia y una de ellas se envuelve el dedo índice en un pañuelo blanco. Acto seguido le introduce el dedo a la novia por la vagina produciendo así la ruptura del himen y el posterior sangrado.

El último paso consiste en salir fuera de la habitación y mostrarles a los invitados el pañuelo manchado con sangre que garantiza la virginidad de la novia y oficializa el matrimonio.

En este punto del ritual es cuando interviene la acción del novio que al enterarse de la “pureza” de su prometida realiza la ruptura de su camisa como muestra de satisfacción y alegría.

Finalmente los novios son llevados a hombros y paseados por el lugar al compás de sus canciones y músicas arabescas, palmas y agitación de abanicos.

Es el comienzo de otro ciclo dentro del clan: Los gitanos del futuro afianzan su mañana desde el hoy mediante el cultivo cuidadoso de sus lazos y tradiciones combinados con la capacidad de adaptación a los nuevos movimientos sociales.