¿Qué fue de la deuda externa latinoamericana?
Mal recuerdo que pesa sobre las cabezas de los latinoamericanos, hija de la dictadura y de la corrupción, la deuda externa todavía persiste pero ya no se habla de ella...
Mal recuerdo que pesa sobre las cabezas de los latinoamericanos, hija de la dictadura y de la corrupción, la deuda externa todavía persiste pero ya no se habla de ella...
La crisis global ha llegado y parece que para quedarse con mayor o menor fortuna en todos los países del mundo, incluidos aquellos desarrollados, poderosos y omnipresentes, a quienes hasta hace un par de años las crisis no eran más que ciclos perfectamente manejados como una variable más dentro del sistema, para así favorecer a sus intereses, ya fuese de forma unilateral como los Estados Unidos o China, su más probable sucesor en el trono de la hegemonía mundial, o en bloque, como la Unión Europea como máximos exponentes y cuyos miembros más selectos componen el G20, el exclusivo grupo que aglutina a los 20 países más ricos del mundo.
Ellos, dueños de demasiados puntos del PIB mundial, al día de hoy se ven amenazados por el fantasma; o mejor dicho por el apocalíptico jinete del endeudamiento, lo que ha relegado en un segundo plano informativo –que no real- a los países de Latinoamérica, para quienes el concepto de deuda externa forma parte de la vida diaria y que en nombre de ella en las décadas anteriores, la mayoría de sus habitantes fueron sometidos a brutales tratamientos de shock por parte de sus gobiernos de turno, para así seguir las “recomendaciones” del Fondo Monetario Internacional y poder jugar con las cartas y reglas del juego que eran y son impuestas por los dueños del capital.
Y se trata de un juego sin fin, ya que la deuda externa de Latinoamérica -gran parte de ella heredada de las dictaduras militares de antaño y luego acrecentada por la corrupción-, la impunidad se ha convertido en la cadena que de la servidumbre que ata al continente, aunque no sea una realidad sólo latinoamericana, sino que factor común de países pobres; eufemísticamente denominados en vías de desarrollo.
En efecto, buscando en archivos y hemerotecas digitales, se puede comprobar como ha pasado de ser un tema profusamente comentado en tiempos pasados, en la actualidad, salvo en el caso argentino que ha dado mucho que hablar, lo cierto es que es un tema que las opiniones han asumido o bien por cansancio, hastío y desinformación. Y, especialmente a que es un tema de tan larga data que ya está en el ADN de los países latinoamericanos, pueblos sin entrar en consideraciones de carácter político o ideológico, sino que simplemente histórico, convertidos en núcleos de neocolonialismo económico en los que la crisis no ha golpeado tan fuerte… de momento, gracias a políticas “políticamente correctas y acertadas” como es el caso de Brasil y Chile a hasta estar acostumbrados a ello y no es uno más de los males con el que hay que convivir como es el caso de Argentina o Ecuador.
Pero en el actual escenario mundial , crítico, sombrío e incierto, en el que las super poderosas potencias económicas del G20 se encuentran con niveles de deuda que, de acuerdo a las proyecciones alcanzará una media del 118% del PIB de sus miembros; es decir una cantidad de dinero infinitamente mayor que la deuda externa latinoamericana, cuya totalidad, sumando Latinoamérica y el Caribe se empina por sobre los 700.000 millones de dólares; es decir casi lo mismo que le ha costado el rescate bancario al gobierno de los Estados Unidos.
Ante la magnitud de las cifras, sin duda la deuda externa no es un motivo de preocupación de primera línea para los dueños del dinero ni para los países más desarrollados, quienes han tenido que echar mano a los recursos públicos para salvar la situación, a costa de endeudar a tres o cuatro de las generaciones venideras para evitar el colapso del sistema, hecho que no está del todo claro al día de hoy y con una banca estadounidense que se repliega como un león herido ante el golpe infringido por la administración Obama en su intento de disminuir su infinito poder y que comienza a enseñar las garras con caídas de los índices bursátiles y otros signos de inestabilidad e inseguridad, que amenazan con colapsarlo todo.
Así las cosas, sin duda la deuda externa es tan anecdótica como lo fueron las dictaduras latinoamericanas en su momento, cosas que pasan, realidades con las que hay que aprender a convivir, cada uno en su estilo como los tan de moda brasileños, los colapsados ecuatorianos, los hábiles chilenos y mexicanos, los irreverentes como los argentinos y claro, los infaltables contestatarios con Chávez y Evo a la cabeza…
Sí, es que como decían hace ya muchos años “Los Prisioneros”, un grupo musical rebelde… “Latinoamérica es un pueblo al sur de los Estados Unidos” y como están las cosas sólo pueden o pagar y ser políticamente correctos o ser contestatarios, para que haya dos bandos, buenos y malos que juegan sus papeles en la farsa en nombre de la justicia y la libertad, mientras muchos de sus habitantes cada día intentan levantar una vida en la que ni el agua les pertenece, ya que todo ha sido privatizado y además ahora toca pagar, incluso la deuda externa de los bisabuelos.