Estados Unidos decidido a destruir histórico acuerdo diplomático gestionado por Lula
“Vencerás porque tienes sobrada fuerza bruta. Pero no convencerás. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitarás algo que te falta: razón y derecho en la lucha”.
“Vencerás porque tienes sobrada fuerza bruta. Pero no convencerás. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitarás algo que te falta: razón y derecho en la lucha”.
Se ha desatado una controversia bastante difícil de comprender para el ciudadano común. Cruces de acusaciones entre Brasil y EEUU, en donde no ha faltado el “lobby” de la prensa norteamericana intentando desprestigiar al presidente brasileño ante la carencia de argumentos. Es una práctica muy común que a falta de argumentos contundentes se apele a la descalificación personal.
Hillary Clinton había viajado a Brasilia para intimar al presidente Lula a que se abstenga de interceder en la arremetida diplomática que Estados Unidos mantiene con Irán. No obstante, Lula fue muy claro al manifestar que era un firme convencido en el diálogo y no en la fuerza. Además, este comentario ya dejaba implícito que el país norteamericano, más allá de ser una potencia, no tenía ningún derecho en exigir a otra nación la paralización de denodados esfuerzos diplomáticos en la búsqueda nada más y nada menos que de la paz.
El acuerdo logrado entre Brasil, Irán y Turquía es un precedente histórico, sin dudas marcará un antes y un después en lo que refiere a los alcances que puede tener la diplomacia internacional. No siempre los grandes conflictos se solucionan por la fuerza. Existe el diálogo (del latín diá=dos logo=lógica, conversación entre dos o más personas con lógica).
Lula molesto expresó, sin hacer referencia explícita a Estados Unidos, que le parecía extraño que existiera gente que no estuviera de acuerdo con un acuerdo diplomático de esta naturaleza; nos vendieron a Irán como que era el diablo, sin embargo, se sentó a dialogar y sin condiciones, por la vía del diálogo aceptó la propuesta que llevábamos. Fue el gran triunfo de la diplomacia. Logramos por la vía pacífica lo que hace seis meses el Consejo de Seguridad de la ONU venía solicitando a Irán sin resultados.
Y fue más profundo en sus críticas, alegando que hay países que no saben hacer política sino tienen un enemigo enfrente, nosotros hacemos la apuesta a la amistad. Y esa ha sido durante tiempo la estrategia norteamericana, actuar siempre con el fantasma de un enemigo latente. Los nombres o países pueden variar, pero siempre es importante tener un enemigo a mano a quien echarle la culpa de todos los males de la humanidad. De esta manera todo se justifica, todo vale. El precepto de Nicolás Maquiavelo, el fin justifica los medios.
Empero, una condena norteamericana en la ONU echaría por tierra el gran acuerdo logrado. Todo parece indicar que esas son las pretensiones del gobierno de Obama. Estados Unidos ve con muy malos ojos el protagonismo internacional que ha logrado Lula. Su rol omnipotente está en peligro.
Estados Unidos sigue firme con presentar un texto condenatorio hacia Irán, lo que conlleva a seguir tensionando más las relaciones y buscando implícitamente una confrontación. Como dijera Miguel de Unamuno: “Vencerás porque tienes sobrada fuerza bruta. Pero no convencerás. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitarás algo que te falta: razón y derecho en la lucha”.
Barack Obama, que ideológicamente pertenece y defiende los preceptos filantrópicos de fraternidad, ha olvidado bastante cuáles son los principios de los mismos. Por Fraternidad comprendemos el sentimiento de intensa hermandad que nos une con toda la humanidad, procedente de la convicción incondicional en cuanto a que se obra en actitudes y aptitudes de acuerdo a los ideales de libertad, igualdad, fraternidad. La fraternidad es la suma y complemento de la libertad individual y de la igualdad espiritual. La fraternidad es tolerancia con relación a la libertad, y comprensión con relación a la igualdad. Sin embargo, intereses mezquinos han dejado de lado los ideales, para Obama. Es lo que comúnmente llamamos hipocresía. La hipocresía es entendida como el arte de amordazar la dignidad. Será que la mayoría reza con los mismos labios que utiliza para mentir.
Es llamativo cómo Obama concentra tanta preocupación en este plano cuando sus socios europeos se están desplomando. Sus amigos comerciales están en el abismo. Países como España que tienen un déficit por encima del 11% del PIB y al 2012 deberá reducirlo al 3%, so pena de sanciones, tiene una tasa de desempleo del 20% y deberá aplicar tremendos ajustes fiscales que hacen temer estallidos sociales.
Tal vez el caso de España sea de los peores, pero Grecia, Portugal están en situaciones muy comprometidas también. Todos quieren hacer buena letra, cual niño que desea mostrarle sus tareas a la maestra. Todo rodeado de buenas intenciones, pero en algunos casos rondando el dislate, como la idea de Francia de incluir en su constitución los ajustes fiscales, cuando el espíritu de la constitución es absolutamente diferente, son conjuntos de normas para la regulación y convivencia pacífica entre los habitantes del país. Todo eso pasa ante los ojos de Estados Unidos, cuyos bancos tienen responsabilidades en estos castillos de naipes montados.
El mundo está cambiando. Tal vez sería bueno que alguien se lo comunique a Estados Unidos, ya no es aquel gran poderoso que era, hay señales de cambio; recientemente Cuba anuncia que está dispuesto a liberar a presos políticos. Son señales de que hay cosas en el mundo que están cambiando.
Al poderoso norteamericano muy mal hace querer seguir siendo omnipresente en la esfera internacional. Se necesitan visiones diferentes, es sana la existencia de puntos de vista disímiles, la oposición es necesaria; incluso a lo largo de la historia así lo entendieron grandes líderes caracterizados por su autoritarismo.
Permítanme compartir una anécdota interesante de Napoleón que siempre recuerdo. Napoleón (para algunos, General, para otros revolucionario, Cónsul vitalicio, dictador, héroe, tirano, etc) se encontraba en una reunión con sus Ministros, debía tomar una decisión importante y estaba dubitativo. Se acerca a uno de sus asistentes y le pregunta:
-¿Y la oposición qué dice?
El servicial colaborador lo observa nervioso y le dice:
-Mi General, no hay oposición.
Napoleón lo mira fijo y con voz fuerte le responde:
-¡Si no hay oposición, pues entonces hay que crearla!