Racismo en Estados Unidos

El racismo hoy en día no se limita solamente a las personas de color, sino a los inmigrantes, quienes si no tienen una preparación académica que los ayude a destacarse en la sociedad, son inevitablemente víctimas de discriminación, de trabajos al margen de la ley, bajo amenaza de ser denunciados y deportados. Es el desprecio del hombre por el hombre.

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El racismo en Estados Unidos se remonta a sus antepasados, y si bien han existido emblemáticas luchas, no ha dejado de ser algo que está un tanto inculcado en parte de la sociedad.

En el siglo XX los indígenas, principalmente los pequeños, eran obligados a abandonar sus culturas, idiomas y realizar trabajos forzados. Hay muchas tipos de castigos, pero el desarraigo y sustitución de sus orígenes culturales ha de ser una de las actitudes más aberrantes hacia un ser humano.

Eran despojados de sus progenitores y vendidos como esclavos. En ese estado de sumisión vivieron durante décadas; quien no conoce la libertad, es difícil que luche por ella, el sometimiento y el desarraigo cultural denigran al ser humano a tal punto de asimilar como que ese es el destino irreversible que les ha deparado la vida.

En Estados Unidos luego de valientes defensas de los derechos de los indígenas y de los negros fueron obteniendo reivindicaciones y aceptando el gobierno dichos abusos e intentando a modo simbólico algunas reparaciones económicas a tantos atropellos cometidos en el transcurso del tiempo.

Es siempre muy llamativo cómo se ha menospreciado las culturas indígenas y a los negros, cuando paradójicamente muchos gobiernos hacen alardes en festividades de esas mismas tradiciones, es lo que comúnmente conocemos como el doble discurso. Y es que efectivamente la hipocresía culmina amordazando la dignidad. Incluso el afamado escritor y Doctor en letras, Mario Vargas Llosa manifestaba que a los indígenas había que “civilizarlos”.

Realmente una postura muy llamativa en una persona de su capacidad intelectual, pues qué significa civilizarlos: desarraigarlos de sus tradiciones y costumbres para imponerles coercitivamente una nueva cultura, es un proceso de deshumanización, de humillación, de desvalorización del hombre hacia su prójimo.

Los negros continuaron sufriendo discriminaciones, aunque encontraron una gran luz de esperanza en Martín Luther King, el pastor que revolucionó pacíficamente el sistema político estadounidense.

En el transcurso de los años, y sobre todo en épocas electorales la clase política trata de captar esos votos y rememoran la imagen de Luther King, prometiendo y compartiendo las necesidades de cambios pacíficos que garanticen mayores derechos en los negros, aún hoy persiste la discriminación a pesar de la época en que vivimos. Aunque siempre asegurando que este apoyo dudoso electoral no genere enfrentamientos con el sistema político. Empero la clase política no hace alusión a lo que representaba Luther King para el gobierno en aquella época, basta recordar las palabras del entonces director del FBI, Edgard Hoover, quien sin ningún prurito no tenía el más mínimo empacho en catalogar públicamente al pastor como el negro más peligroso de toda América.

Las reivindicaciones no eran más que la petición que se respetaran los derechos que les correspondían y que estaban plasmados en la constitución norteamericana.

El racismo era una forma de generar divisiones incluso en los sectores más pobres, el capitalismo aprovechaba las tajadas de ese divisionismo en sus empresas; la división es un componente esencial para la violación de derechos laborales, pues cuanta más desunión existe, menor es la resistencia a los atropellos.

Había una clara visión de la mala distribución de las riquezas, y de continuar la profundización de esa brecha, en donde las riquezas eran desviadas a las mismas manos de siempre, se tornaba imposible terminar con la pobreza y el aumento de la discriminación. Si los más humildes no podían tener las posibilidades de tener cubiertas sus necesidades básicas, inexorablemente el estado estaba equivocando el camino.

Luther King fue asesinado, sus seguidores se multiplicaban cada vez de a miles, su lucha pacífica había logrado generar temor en el propio gobierno. Los más desprotegidos, los menos beneficiados por políticas discriminatorias que sistemáticamente habían violado sus derechos, veían en Martin una nueva esperanza.

Asesinaron su persona, pero no sus ideales. Luther King había plantado una semilla que había comenzado a dar sus frutos, y otras generaciones siguieron recogiendo esos frutos y plantando nuevas semillas.

Sin embargo, el paso del tiempo ha ido estancando y olvidando un tanto esa gesta. A tal punto que hoy en día una parte importante de los norteamericanos afirman que el racismo es una de las problemáticas endémicas que debe afrontar el país. Y lo que tal vez muestre más claramente lo preocupante del tema, es que asimismo otra gran parte de ciudadanos no considera el racismo como un problema que revista demasiada gravedad.

Jack Dovidio, docente de la Universidad de Connecticut, especializado en el tema del racismo ha reconocido que el 80% de los norteamericanos blancos posee sensaciones racistas. Es una cifra realmente alarmante. Aunque no es un racismo xenófobo, sino más bien incorporado en un grado inconciente por trasmisiones de enseñanzas adquiridas en el núcleo familiar, pero asimismo evidencia que como sociedad sigue estando en el debe en esta materia.

Además el racismo hoy en día no se limita solamente a las personas de color, sino a los inmigrantes, quienes si no tienen una preparación académica que los ayude a destacarse en la sociedad, son inevitablemente víctimas de discriminación. Pueden trabajar, limpiar los pisos, hacer el trabajo que los norteamericanos no desean hacer, pero su crecimiento es limitado, ese es su estigma, están marcados a llegar hasta ese punto, que no moleste e incomode las otras fuentes laborales.

Son víctimas de abusos, de trabajos al margen de la ley, bajo amenaza de ser denunciados y deportados. Es el desprecio del hombre por el hombre.

Hoy en día se ha abierto una esperanza, por primera vez un presidente negro accede al gobierno. Es evidente que los cambios no se dan de un día para el otro, pero las esperanzas están cifradas en que de a poco, aquellos viejos sueños por los que luchó Luther King no sean en vano y paulatinamente puedan irse reivindicando por parte de este gobierno. Cada vez son más los americanos e inmigrantes que expresan a viva voz: “I have a dream”. El sueño que se sueñan juntos es el que puede transformarse en realidad.