Hábitos del empleado que aman los jefes
No se debe olvidar que el trabajo del jefe es asegurarse de que cumples con tu trabajo bien y a tiempo.
No se debe olvidar que el trabajo del jefe es asegurarse de que cumples con tu trabajo bien y a tiempo.
Los jefes habitualmente son vistos como los “malos” de la película en que millones de personas trabajan encarnando el papel del “empleado promedio”. Sin embargo, es preciso reconocer que hay innumerables casos en que el empleado promedio sobresale y se transforma más tarde en jefe gracias a “hábitos” que hacen mérito para un ascenso. Aprenda a conocer cuáles son los hábitos que aman los jefes y salga del promedio.
Hay tres aspectos que deben tenerse presentes:
- Cuando se cumple con fechas límite y se producen resultados, se está aportando a la oficina
- Participar de todas las reuniones o iniciativas armado hasta los dientes de información y ser cauteloso a la hora de exponer las ideas
- Aprender la diferencia entre eficiencia y efectividad, junto con saber cómo gestionar el tiempo
Una de las cosas que más gusta a los jefes organizados es la rendición de cuentas, pues ellos no sólo tienen que cumplir con asegurarse de que hagas bien tu trabajo, sino también debe gestionar muchas cosas más (ver un grupo). Por esta razón es que les encanta termines de hacer tus labores antes de la fecha límite y que entregues resultados antes de que él tenga que pedirlos, pues de esa forma su trabajo se vuelve más sencillo.
Aprender a reconocer nuestros éxitos y fracasos nos hace parecer “responsables” y con ello, hace factible se nos entreguen obligaciones aún más importantes. Si los jefes aman que el trabajador sea responsable, una de las cosas que odian es que caigan en excusas a la hora de responder por sus obligaciones.
Un buen jefe entiende que hay situaciones que se salen de control, y que por tanto obligan a actuar de forma excepcional, pero siempre toma en cuenta el no recurrir a las excusas y hacer lo que se tiene que hacer.
Otro de los hábitos que se tienen en cuenta es el trabajar la cantidad de horas justas, pero ser muy productivo y eficiente en lo que se hace. Para esto hay que saber administrar el tiempo y diferenciar eficiencia de eficacia. Parte de la diferencia consiste en tomarse el tiempo para hacer las cosas que hay que hacer antes de que pase la hora de trabajo y llegue el siguiente día.