La histórica rivalidad entre Irán y Arabia Saudita
Irán y Arabia Saudita se han visto enfrentados desde tiempo atrás por rivalidades religiosas y por la hegemonía en la región.
Irán y Arabia Saudita se han visto enfrentados desde tiempo atrás por rivalidades religiosas y por la hegemonía en la región.
El pasado ataque contra importantes instalaciones petroleras sauditas, del que los gobiernos de Riad y Washington culparon a Irán, ha vuelto a recrudecer una añeja rivalidad entre ambos países, la que está sustentada en una lucha sin cuartel por el dominio regional entre estos dos países vecinos.
Origen de una rivalidad
Esta disputa en la que están inmersos desde hace décadas se ve exacerbada por las diferencias religiosas, puesto que cada país sigue a una de las dos ramas principales del Islam: Irán es básicamente chiita, mientras que Arabia Saudita se considera la principal potencia musulmana sunita.
Este cisma religioso se ve reflejado en el resto del Medio Oriente, el cual está dividido entre chiitas y sunitas. Muchos de los países que conforman la región buscan apoyo y orientación en Arabia Saudita o Irán, dependiendo, claro está, de la inclinación religiosa.
Históricamente, Arabia Saudita se vio a sí misma como líder del mundo musulmán por ser cuna del Islam, sin embargo, su supremacía fue desafiada en 1979 por la revolución islámica en Irán que creó un nuevo tipo de Estado en la región, una especie de teocracia revolucionaria cuyo objetivo era exportar su ideología más allá de sus fronteras.
En los últimos 15 años, las diferencias entre Arabia Saudita e Irán se han agudizado debido a varios sucesos. Por un lado, la invasión de Irak liderada por Estados Unidos en 2003 que terminó con el derrocamiento de Sadam Hussein, árabe sunita que había sido un importante rival iraní, lo que posibilitó un gobierno dominado por chiitas en Bagdad. Desde entonces, la influencia iraní en Irak ha aumentado visiblemente.
Posteriormente, en 2011, los levantamientos en todo el mundo árabe causaron inestabilidad política en la región, inestabilidad que tanto Arabia Saudita como Irán han sabido aprovechar para expandir su influencia, especialmente en Siria, Bahréin y Yemen, lo que aumentó aún más la desconfianza recíproca.
Tensión creciente
La rivalidad entre ambos países va en aumento debido a que Irán va ganado terreno en la lucha regional. En Siria, por ejemplo, el apoyo iraní y ruso al presidente Bashar al-Assad ha permitido que las fuerzas gubernamentales superaran en gran medida a los grupos respaldados por Arabia Saudita.
Por otro lado, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, se encuentra liderando una guerra en contra del movimiento rebelde de los hutíes en el país vecino de Yemen, conflicto que viene perdiendo debido al apoyo que reciben los hutíes de los iraníes en cuanto a tecnología y armamento.
Mientras tanto, en Líbano, país aliado de Irán, el grupo de milicias chiitas Hezbolá lidera un bloque políticamente poderoso y controla una considerable fuerza de combate muy bien armada.
A lo anteriormente mencionado se suma la intervención de fuerzas externas. Arabia Saudita se ha envalentonado por el apoyo que recibe del gobierno de Estados Unidos y de Israel, que ve a Irán como una amenaza muy peligrosa en la región, sobre todo por los combatientes partidarios de Irán en Siria, que cada vez están más cerca de su frontera