Chile: Memoria histórica distorsionada que condiciona el progreso
Chile se acerca al desarrollo..., pero no alcanza.
Chile se acerca al desarrollo..., pero no alcanza.
En el escenario macroeconómico actual, una sociedad como la chilena despunta globalmente. Una nueva potencia que resiste, contra todas las previsiones los envites de dos años de crisis y se presenta ante la Casa Blanca como una auténtica potencia en expansión.
Un modelo económico que funcionó, mientras los sistemas capitalistas de Europa y Estados Unidos ven volar pedazos de lo que fueron con la misma rapidez con la que pasan las horas.
¿Qué motor mueve a Chile?
Para comenzar habría que dejar muy claro que en Chile no funciona el capitalismo, no en el sentido más estricto del término. Chile no concilia estado con empresa privada, Chile es, en si misma, la empresa privada.
La empresa privada es el motor de una economía que se sustenta gracias a lo que cada integrante de esa sociedad hace por y para si mismo y, quizá ha sido este matiz el que ha salvado a Chile y le ha hecho surgir en plena crisis global.
Sin embargo y, visto desde dentro, Chile podría ser mucho más de lo que es. Kilómetros y kilómetros de tierra fértil y rica en recursos básicos para la vida, agua, agricultura, autoabastecimiento y una gran riqueza producto del cobre, sitúan a Chile entre los países con más recursos del mundo.
¿Qué sucede entonces?
La memoria histórica, distorsionada por el paso del tiempo y la transmisión de generación en generación y un concepto muy subjetivo del término derechos humanos, parapeta a Chile y le ponen un freno a su expansión.
Desde mi opinión como residente, estamos ante un problema cultural, ancestral y tradicional, basado en una sociedad sumisa que acata los preceptos establecidos e impuestos y que se autoimpone una incapacidad de desarrollo.
El futuro en Chile lo determina la cuna a diferencia de otras economías, incluso a diferencia del nuevo sistema económico que se gesta en el resto del mundo, Chile es especialista en repetir esquemas aprendidos y, me atrevería a decir neuronalmente, existe una incapacidad total de ver más allá.
Las reminiscencias de la dictadura y la vulneración de los derechos humanos acaecidos en la época del general Pinochet, dieron los argumentos necesarios para mantener al estado chileno siempre con la asignatura pendiente del desarrollo.
Tradicionalmente y bien advertido por la ONU, el consejo de derechos humanos y demás organizaciones ubicadas en países “desarrollados” Chile vulnera los derechos humanos, no sólo de sus pueblos originarios, sino también de la mitad de su sociedad.
El conflicto actual que vive la sociedad chilena con el pueblo Mapuche, donde los indígenas exigen la devolución de sus tierras, tierras arrebatadas y vendidas- al más puro estilo capitalista- a grandes capitales que, obviamente, se niegan a renunciar a las tierras por las que pagaron, no es más que un reflejo de lo que sucede cotidianamente en Chile donde, un sector de la población vive en una situación que, vista desde fuera resulta del todo insólita y donde, ciertamente, no existe clase media. En Chile o se puede o, directamente nunca se podrá.
El régimen dictatorial terminó y la expansión de la economía y la sociedad chilena sigue atravesando graves problemas estructurales y culturales que frenan el desarrollo.
A punto de celebrar el bicentenario, Chile continúa siendo una sociedad en la que el desarrollo se marca por las cifras económicas y en la que conceptos como protección social, derechos humanos, reparto de recursos y… evolución, continúan sonando, demasiado “europeos”.