Desastres (no tan) naturales
Si piensas que un desastre natural puede arruinar tu futuro y el de tu familia, entonces debes tomar conciencia del daño que le puede causar a tu vida un desastre electoral.
Si piensas que un desastre natural puede arruinar tu futuro y el de tu familia, entonces debes tomar conciencia del daño que le puede causar a tu vida un desastre electoral.
El Perú, país que amamos, es una zona con muchos desastres naturales que son bastante peligrosos porque pueden dejarte sin agua, desagüe, luz, comunicación, medicinas y educación.
Las lluvias son símbolo de esperanza, traen el agua para una siembra que con mucho esfuerzo se ha realizado, pero también implican preocupación por la posibilidad latente de un huaico. Muchos dicen que eso es lo peor que puede pasar; otros, que no se compara con un terremoto, pero lo peligroso es que cuando se suelta el huaico o te remece el terremoto, arrasan con todo: pistas, colegios, postas, hospitales y nuestras casas.
Lo cierto es que muchos peruanos leerán esto y pensarán: “por acá no pasó el huaico ni llegó el terremoto y nada de eso me afecta”, y es verdad.
Pero lo que ignoran quienes así piensan es que sufren todos los días del desastre más peligroso de todos, que además golpea todos los días nuestro orgullo y empuje, y que se lleva nuestras esperanzas y el futuro de nuestras familias. Y no es causa de la naturaleza, su origen está en los mismos de siempre.
Sí, en las mismas autoridades que cada 4 o 5 años llegan a prometernos lo que necesitamos y queremos escuchar, pero que una vez elegidas le dan la espalda al pueblo. Pasamos a ser invisibles porque solo les importa llenarse de poder y sus bolsillos (también los de sus patas, familiares y falsos empresarios). Hoy este desastre que lleva más de 30 años azotando al Perú nos golpea cada vez más fuerte.
Pero la debilidad que tiene este desastre es que lo podemos terminar si nos atrevemos a cambiar el ciclo. No se trata de cambiar lo que dice un papel, sino de cambiar el rol que jugamos nosotros como peruanos. Cuando compramos desde la ropa y las verduras hasta cuando decidimos el colegio de nuestros hijos o qué negocio vamos a emprender, nos tomamos un tiempo para preguntar, investigar y luego decidir; no confiamos plenamente en lo que nos promete la publicidad ni lo que dicen los vendedores.
Está en nosotros, esta vez, tomarnos un corto tiempo (o más) y hacer lo mismo con los candidatos a alcaldes y gobernadores, y no votar por el que más promete, el que más carteles coloca (porque eso cuesta y tarde o temprano pagará esos favores) y menos por el que creemos que va a ganar.
El peor desastre que puede afectar a tu futuro y el de tu familia no es ocasionado por la naturaleza y evitarlo está en tus manos.