Armamento: La carrera más absurda del planeta

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El sueño de un mundo con relaciones fructíferas y armoniosas entre las naciones sigue siendo una utopía en el contexto de la actual política internacional liderada por los EE.UU. Pero debe apuntarse que no se trata del pueblo norteamericano sino del gobierno de ese país dado que los propios votantes de los diferentes mandatarios de este país han mostrado interés por el desarme y el control de la contaminación ambiental: Las dos amenazas más importantes que se ciernen sobre el planeta.

Pero el gobierno hace oídos sordos a estos reclamos del pueblo negándose a plegarse a los llamados internacionales de desarme nuclear y de cuidados del medioambiente. Hace poco se hizo un llamado para el control de emisiones de gases en el protocolo de Kioto, en Japón. El llamado surgió tras la exposición científica e irrefutable de la responsabilidad del hombre en el calentamiento global y el efecto invernadero que amenaza la vida del planeta. El gobierno de los Estados Unidos se negó a participar.

El negocio armamentístico ha significado la muerte de más de cien mil millones de personas en guerras producidas solamente en el siglo XX

ImagenTras una nueva generación de armas letales, los ingenios nucleares se están desviando a los países pobres dentro del conjunto de armas convencionales de exportación.

En este ámbito se hace más difícil la reconversión, de la que depende nuestro futuro como especie, de la industria armamentística en iniciativas pacíficas de producción. Esto manifiesta la política absurda de las potencias industriales mientras en el mundo se destinan cerca de un millón de dólares por minuto a la empresa de la guerra.

La situación es crítica si tenemos en cuenta que el 25% de los científicos actuales trabajan en actividades relacionadas con asuntos militares. Por otra parte se conoce que el 75% de la venta de armas pesadas (tanques, aviones, buques, misiles) ha comprometido a los países del Tercer Mundo.

Pese ha las necesidades sociales en áreas como la educación, la salud y la explotación de recursos naturales, desde finales de la Segunda Guerra Mundial, los gastos de investigación bélica han absorbido el 40% de los recursos mundiales.

Respecto a la mano de obra “desperdiciada” en la destrucción del hombre a manos del hombre sabemos que las fuerzas armadas de todo el planeta ocupan a unos veinte millones de personas. En el gigante norteamericano, cada tres militares hay cuatro trabajando en cuestiones relacionadas al mismo tema. Se estima en unos sesenta millones de personas está involucrada en este terrorífico rubro.

Por otro lado se trata de un desembolso de recursos no retornable en una empresa que consume millonadas en materias primas y existencias energéticas. La importación de metales como el cobre, aluminio, plomo y zinc, para usos militares en EE. UU. significa un grueso correspondiente al 12% de la producción mundial mientras que la demanda de titanio supera el 40% de la misma.

La empresa militar en EE.UU. consume en hidrocarburos, distintos a los derivados del petróleo, a razón de 750 millones de barriles al año. Esto corresponde al doble del consumo de todo el continente africano

Si sabemos que los recursos mundiales volcados a la investigación médica representan una quinta parte de los que se ocupan en la investigación y desarrollo militar veremos cuánta inconciencia rige el sistema donde estamos insertos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dedicó una suma de cuatrocientos cincuenta millones de dólares con el fin de paliar el paludismo del planeta. Su avance es lento por la falta de capital disponible a estos efectos. Sin embargo, esa cantidad consumida hasta el momento por el programa contra el paludismo representa la mitad de lo que se gasta en un día para fines bélicos.

Vemos entonces que los programas militares aumentan la cuantía del gasto público en detrimento del volumen de bienes exportables generando la inflación y el desequilibrio en la balanza comercial.

ImagenHoy se sabe que la existencia planetaria de armas nucleares estratégicas tiene el poder de destruir varias veces el mundo ya que su acción combinada supera un millón de veces el poder de la bomba lanzada en Hiroshima en el año 45.

Tres cuartas partes del gasto mundial en armamento, equivalente a 350 000 millones de dólares corresponde a las seis naciones altamente industrializadas: Estados Unidos, Unión Soviética, China, Francia, Reino Unido, Republica Federal de Alemania. También son estas naciones las que realizan, casi exclusivamente, las investigaciones científicas en función de la guerra y sus consecuentes gastos y daños.

En la década de los años sesenta hubo un despliegue descomunal en la carrera armamentista al desarrollarse a gran escala los proyectiles balísticos intercontinentales (ICBM) y los misiles que podían lanzarse desde los submarinos (SLBM) así como la utilización de los satélites en tareas de vigilancia y comunicaciones.

Cabe destacar el programa NAVSTAR que consta de 24 satélites con un costo de tres mil millones de dólares entre las novedades de la tecnología militar a expensas del pueblo que solo puede cosechar desgracia de estas inversiones escatológicas.

Ya es hora de decirle basta a este “karma” violentista que sufre la humanidad y la mejor manera de recuperar la tranquilidad es mediante la negación al conflicto. Sabiendo que siempre habrá quienes lucren, a corto plazo, de estas guerras, podremos identificar los intereses que mueven esta maquinaria del mal y decirle basta a las hostilidades entre hermanos.

Luego de las hostilidades que hicieron enfrentarse a Ecuador y Perú la amenaza de un regreso a la guerra entre estos países no es nada tranquilizadora. Los gastos de Ecuador en armas pesadas han puesto a Perú en alerta. Recientemente, el país andino hizo saber que disponía de más de 50 millones de dólares para invertir en misiles Scud tierra aire cuestión que ensombrece las posibilidades de una unión Sudamericana.

Por otra parte la desintegración de la U.R.S.S. ha facilitado el tráfico de armas peligrosas en el mercado negro. La misma negociación de armas nucleares a los países pobres supone un peligro para las propias potencias y esto quedó de manifiesto en los miedos a las acciones militares del mundo islámico contra Israel y los EE.UU.

Pero los movimientos por la paz y el desarme dejan una puerta de escape abierta donde lo que se espera es la cooperación de todos los seres vivos del la Tierra a favor de la vida y la conciencia planetaria.