Política y sociedad chilena, el otro terremoto
Sebastián Piñera, presidente electo de la República de Chile que tomó posesión de su cargo ayer 11 de marzo de 2010 en Valparaíso, es la primera alternancia política a la que se enfrenta la República tras 20 años de gobierno de la Concertación.
En este nuevo comienzo para el país, situaciones tales como la desigualdad que fragmenta a la sociedad chilena o el manejo de las crisis en torno a las polémicas desatadas por el terremoto, serán claves para ganarse la confianza de la sociedad, que tendrá que enfrentar el nuevo gobierno.
De lo que no cabe ninguna duda es que, políticamente hablando, el comportamiento de Chile, recién incorporado a la OCDE a raíz del terremoto, ha creado la urgente necesidad de efectuar una revisión profunda de los procedimientos que posiblemente, enviciados por más de 20 años de poder, han mostrado su más absoluta inoperancia en términos de manejo de crisis.
Adicionalmente, aspectos relacionados con el ámbito social, tales como la desigualdad existente en el país, el umbral de pobreza en el que vive un porcentaje elevadísimo de la población, el mercado laboral y las prestaciones sociales, serán evaluados nuevamente por el gobierno entrante.
Resulta sorprendente comprobar cómo, el país más próspero del continente latinoamericano que se subió sin restricciones ni limitaciones a la Belle Epoque del crédito, cuenta con un 70% de la población que vive en parámetros considerados de pobreza.
La sociedad chilena, una de las menos protegidas
Analizando el país desde dentro, bajo una perspectiva completamente social, podemos destacar estas cualidades de la sociedad chilena.
Chile vive aún bajo el paraguas del colonialismo ancestral. Diez familias ilustres que han extendido sus tentáculos a todos los ámbitos de la esfera social y que manejan los hilos del poder perpetuándose como una casta, mientras que la población se divide en una incipiente clase media que subsiste gracias a dos salarios y la vorágine de la vida a crédito. Por otro lado, un porcentaje muy elevado de la población vive sirviendo de mano de obra barata al resto.
El servilismo:
Cuando se llega como extranjero a este hermoso país, uno de los privilegiados en términos de recursos, percibe con tristeza profunda la continuidad en el servilismo. Todas, absolutamente todas las profesiones que las revoluciones y las nuevas tecnologías hicieron desaparecer en los países desarrollados, se perpetúan en Chile, generación tras generación sin que nada ni nadie haga algo para romper con ese lastre que mantiene a un 70% de la población subsistiendo y cargando sobre sus espaldas el peso de cualquier protección.
Siguiendo en la esfera social, nos encontramos con un país en el que todo, absolutamente todo se sufraga por los ciudadanos de forma directa, además de los cuantiosos impuestos que gravan cualquier tipo de actividad como en todos los estados modernos.
La sanidad:
La sanidad, ya que coexisten un sistema de salud público con los privados, si bien ha mejorado mucho durante los últimos años y en la actualidad se encuentra cercana a niveles como los de España, no significa que esté en su punto justo. Cohabita el servicio público con un sistema privado de salud administrado por empresas privadas llamadas “ISAPRES” en las que las personas de los segmentos más altos de ingresos hacen su aporte de acuerdo a los porcentajes legalmente establecidos. El problema de estas administradoras privadas es el no cumplimiento de contratos y el severo castigo al que son sometidos los ciudadanos al pasar a la edad de retiro y las trabas que tienen las mujeres en edad fértil.
Además existe el problema recurrente de las bajas médicas cuyos beneficiarios, en muchísimos casos, tardan meses en conseguir el abono de sus prestaciones, ya sea por el sistema privado o público y en caso de necesidad por accidente, el acceso a pensiones por invalidez e incapacidad es muy reducido y de muy baja cuantía.
La educación:
Eterno problema y universal, ya que incluso países como los Estados Unidos se encuentran viviendo una profunda crisis en su sistema educacional público y Chile no es la excepción, con un sistema en el que la educación pública se encuentra administrada por las municipalidades (ayuntamientos) y con severas diferencias entre los mismos al compararse los de mayores y menores ingresos y muy bajos estándares educativos y con una plantilla docente desmotivada, muy mal preparada y totalmente politizada.
Todo esto cohabita con un sistema de educación privado cuya calidad es directamente proporcional al costo del servicio prestado. Hecho que no hace más que aumentar la ya enorme brecha entre los sectores más acomodados y las clases populares. Y en medio de estos dos sistemas -un hibrido la educación subvencionada- en la que el estado paga a sostenedores privados para realizar la función formativa, con disímiles resultados.
Obras:
Otro de los grandes aportes del modelo neoliberal chileno al mundo, además de los fondos privados de pensiones y de salud, es el de las obras concesionadas. Así, actualmente, las grandes obras de infraestructura y que son el orgullo de los gobiernos de la concertación (corriente que gobernó el país durante los últimos 20 años) han sido financiadas y construidas por empresas privadas de distintas nacionalidades y que tienen asegurado un alto nivel de ingresos por tiempos variables, con una media de treinta años por el pago que deben hacer el estado, en el caso de hospitales, cárceles y otros edificios de carácter estatal administrados por un gestor privado o directamente los usuarios en el caso de autopistas, puentes y aeropuertos, por utilizar dichas instalaciones.
El sistema de pensiones:
Y qué decir del sistema de pensiones, el otro grave problema que viven los chilenos, ya que desde la desaparición del sistema público de pensiones durante el gobierno de Pinochet y la creación de las AFP o Administradoras de Fondos de Pensiones, se ha puesto de manifiesto la gran capacidad de exclusión social que el mismo tiene, dejando sin cobertura a los segmentos de más bajos ingresos.
Este es un sistema de bajos ingresos que reciben la mayoría de sus usuarios a la hora de la jubilación en concepto de pensiones o la no existencia de la pensión de viudez para los hombres, en caso del fallecimiento de su cónyuge, y un sistema de pensiones públicas de carácter asistencial que -como se ha dicho anteriormente- no llega al 50% del salario mínimo interprofesional chileno y que escasamente permite malvivir.
En Chile todo funciona bajo el paraguas de la financiación particular y privada de los ciudadanos, el sistema neoliberal chileno es un gran outsourcing; es decir externalización de servicios y por los cuales los ciudadanos deben pagar directamente para tener acceso
Chile, dos mundos, dos realidades y un terremoto
El terremoto ha llegado no sólo para dejar una huella indeleble como desastre natural, sino para poner de manifiesto las carencias a las que se enfrenta un país destacado que ha logrado ser visto internacionalmente como un ejemplo donde todas las economías en crisis.
Casinos, ciudades de negocios, autopistas, edificios de reciente construcción, el aeropuerto –de nuevo- son la cara del Chile más próspero que hoy, se muestra fragmentado y expuesto a la realidad; la maximización de los beneficios y la socialización de la destrucción.
El polvo se va disipando y tras la puesta en escena del individualismo, la falta de compromiso, la ausencia de ética, la total impunidad y la ruptura de la solidaridad, hordas, masas de personas, colaboran con la destrucción del tejido social de una de las ciudades más prósperas del continente.
Las réplicas comienzan a distanciarse y, para quienes vivimos uno de los terremotos más devastadores de la historia, el shock comienza a remitir y nos enfrenta a los efectos colaterales a nivel interno, que sin duda deberemos trabajar de la forma más positiva y con el conjunto de la sociedad en la que estamos inmersos.
Sin embargo, el terremoto hoy, se presenta más como la destrucción de un neoliberalismo del que hacían gala las clases políticas y los medios de comunicación, el fallecimiento del modelo de Estado, un estado que continúa mostrando serios problemas de abastecimiento, alimentos, ayuda, comunicaciones y reconstrucción.
La reacción y la infraestructura
Si bien es cierto que las normas y regulaciones son claras y específicas en este país, la verdad es que el terremoto siguió una secuencia muy poco lógica -en la que el recorrido de la comitiva presidencial en helicóptero con una gran cobertura mediática, posiblemente debido al hecho del estar al término del mandato de Michelle Bachelet- se antepuso a la entrega de asistencia médica y alimentos, al restablecimiento de las comunicaciones y a la entrega de órdenes expresas para evitar los efectos del tsunami del que había sido advertido el gobierno y para lo cual el ejército estaba preparado.
- La ayuda internacional no fue solicitada hasta 48 horas después del terremoto, una ayuda internacional que se basó en hospitales de campaña, teléfonos satelitales y conexión satelital, sorprendente en sí misma, si tenemos en cuenta que Chile cuenta con su propio satélite de comunicaciones para uso militar
- ¿Chile antes de un terremoto anunciado por más de cinco años, no tenía conocimiento de la falta de comunicaciones satelitales?
- ¿Nunca se realizó un simulacro en el que los sistemas de comunicación al margen de los tradicionales y supeditados a la energía eléctrica, fueran evaluados?
- ¿Nunca nadie estableció un plan de contingencia que contemplara un procedimiento para contactar con personas desaparecidas en caso de terremoto?
- ¿No había ningún responsable que analizara si los permisos concedidos para edificar se circunscribían a las normas y regulaciones que rigen el Cinturón de Fuego, donde se sitúa Chile?
30.000 millones de dólares es aproximadamente el coste de la reconstrucción del país después de esta catástrofe. El 15% del PIB nacional.
Pero, dentro de toda esta larga y real lista de defectos, deficiencias y sin tapujos, mediocridades de todo tipo y tamaño, herencia de los gobiernos que asumieron la transición democrática, el modelo neoliberal extremo que se ha creado en Chile ha demostrado que funciona, aunque sea para algunos y así, este largo y angosto país, clásico cliché para describirlo comienza a ser mirado y admirado por los países desarrollados como un modelo a tener en cuenta, con finanzas públicas saneadas, con herramientas de desarrollo como el sistema de concesiones de obras públicas a empresas privadas que ahora está imponiéndose en todo el mundo, con sanidad y pensiones privadas que han permitido liberar al estado del lastre del sector pasivo y así una larga lista de “innovaciones” que comienzan a ser exportadas y aplicadas, como es el caso de España y su inminente cambio de sistema previsional y de pensiones al modelo chileno.
El problema de este sistema es su injusticia, inequidad y enorme capacidad de exclusión que tiene, lo que ha quedado claramente demostrado con este terremoto y no se trata de romanticismos añejos, falsos progresismos ni anarquías trasnochadas. El comunismo murió el siglo pasado y el capitalismo se impuso como sistema.
Ahora corresponde a quienes crearon este sistema neoliberal, que por primera vez en 20 años tienen el poder, el perfeccionarlo, pulirlo y mejorarlo, haciéndolo más justo, más eficaz y más moderno. Ese es el desafío de Sebastián Piñera y su gobierno, si lo consiguen sin duda Chile será un país desarrollado y sino, pues continuará siendo lo que ha sido, un actor de segunda en el concierto internacional y un país en que muchos tienen muy poco y muy pocos tienen demasiado.