El problema es el derrame

El pleito por la Derrama Magisterial cumple el objetivo de un gobierno de izquierda comunista, que es distraer a la población, mientras le brinda una pésima educación.

El problema de la educación pública peruana

Si entramos a discutir como todos los que hoy hablan del pleito que se ha generado entre los sindicatos de profesores (SUTEP, SIMA y FENATE) y la intromisión del Estado en la Derrama Magisterial, caeremos en más de lo mismo y dejaremos de ver los verdaderos problemas que afronta la educación en el país. La realidad es que los padres de familia de todo el Perú no pueden dormir por la falta de seguridad y la preocupación sobre el futuro de sus hijos.

La educación, como lo dice la constitución, es un deber del Estado. Y que sea de la mejor calidad y gratuita es un derecho que tenemos todos los peruanos, pero la realidad es que la calidad es de las peores que se imparte en Latinoamérica. Nuestros hijos salen del colegio sin tener comprensión lectora y con casi nulas habilidades de razonamiento lógico y matemático, lo que nos obliga a pagar por una educación privada.

Si los ingresos no alcanzan, o no hay oferta privada de calidad, enfrentamos otro desastre (mientras siguen los pleitos sindicales y de autoridades). Y es que 6 de cada 10 colegios públicos se caen a pedazos y, a pesar de tener 2 años los colegios vacíos por la pandemia, nadie se preocupó de hacer nada por ellos. Los padres de familia, reunidos o no en las APAFAs, se ven obligados a sacar plata de sus bolsillos y utilizar parte de su tiempo en hacer algo que es responsabilidad de los gobernadores regionales.

Mientras tanto, siguen las discusiones y distracciones, pero por sobre todo, se cumple el objetivo que tiene cualquier gobierno públicamente declarado de izquierda comunista, mantener a su población sin educación y a las personas hablando de otro tema.

Es por eso que no debemos volar como polillas a la luz, sino enfocarnos para poder ver la realidad, ese es el primer paso. Es urgente también atrevernos a reclamar nuestros derechos en favor de nuestros hijos y el país; y tenemos el deber de atrevernos a hacer los cambios. Nuestro esfuerzo diario debe estar destinado a mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestros hijos, no a cubrirle las espaldas a autoridades -de donde vengan- que no cumplen con su trabajo. Si lo hacemos juntos, influyendo en nuestra familia, barrio y comunidad, podremos lograr la tranquilidad y la esperanza de ese cambio de ciclo que es tan urgente y necesario.