La contienda presidencial en Chile
Uno de los países más vistos en el concierto sudamericano, Chile, se ve entrampado en su propio desarrollo y burocracia; por esta razón, hoy nadie entiende nada y comienzan a convertirse los propios modelos de debate en vitrinas de críticas, oportunidades de descalificación y, en general, alternativas para sacar provecho en pos de un engaño ideológico basado en un “slogan” ¡Viva el Cambio! - ¡Yo soy el Verdadero Cambio! – ¡Yo encarno la continuidad del gobierno por Chile! – ¡Yo puedo derrocar la desigualdad y restaurar un gobierno para todos! – eso es lo que se está viendo en Chile, realmente es decepcionante lo que vivimos, por eso urge un cambio en la modalidad de hacer política y no simplemente en las formas.
eso es lo que se está viendo en Chile, realmente es decepcionante lo que vivimos, por eso urge un cambio en la modalidad de hacer política y no simplemente en las formas
En su momento estuvimos a punto de llegar a “un cambio” encarnado por Joaquín Lavín, sin embargo, por distintas causales, se optó nuevamente por elegir un gobierno de concertación.
Para la próxima elección, nuevamente se encontraron dos partidos en busca del poder, aunque el escenario fue algo diferente pues, por primera vez, se ven dos “cambios” en la actual “coalición por el cambio”, el primero encarnado por el ya conocido Joaquín Lavín, y el segundo por el nuevo Sebastián Piñera, candidato que venía completamente renovado y que logró llegar inclusive a segunda vuelta con el representante de la concertación.
Se vieron muchas cosas extrañas en el país:
- Intervencionismo por parte del gobierno
- Política de baja monta
- Forma descalificadora de acabar con la competencia
Una vez más saldría un candidato de la vieja y desgastada “concertación”, fenómeno que se debió principalmente al hecho de existir una candidata mujer que, paradójicamente, representaba un “cambio” a los electores. A todas luces el resumen que se hace de todo lo que se vivía en Chile era el existir un sentimiento compartido urgente de “cambiar el rumbo”, pues ya no daba para más.
Sin duda que los primeros meses fueron duros, pero la presidenta Michelle Bachelet ha hecho todo lo que ha podido y se ha logrado ganar a su país a punta de transparencia, esfuerzo y una buena cuota de “carisma”, pues al fin y al cabo la empatía del electorado para con su dirigente es una variable que puede transformar un gobierno en éxito o fracaso, y esa es la carta que juegan hoy los cuatro candidatos principalmente, más allá de debatir en el plano de las ideas.
Chile se vuelca en sí mismo en el año 2009 por una nueva aventura presidencial, aunque bajo el tenor de:
- Una destrucción auto anunciada de la mencionada concertación
- El surgimiento de un nuevo representante de los “ausentes”, es decir, de todos los que pudiendo votar nunca lo hicieron por no sentirse representados por los exponentes de una política convencional que olía a “más de lo mismo”. De esta forma, el candidato Marco Enriquez-Ominami ha sido tildado de “rebelde” al dejar atrás todo tipo de apego partidista, permitiéndose el lujo de representar de buena manera la visión de una mayoría joven del país; sin embargo, debido a la necesidad de acaparar votos, cae también en populismo y demagogia como muchos otros
Chile se subsume en un eterno caos ideológico, donde francamente las posibilidades para dos de los cuatro candidatos desaparece completamente
A mi parecer, Eduardo Frei y Jorge Arrate, son dos exponentes de la “vieja política” que representan todo el idealismo, las ansías de cambiar cosas que hasta ahora ha sido imposible modificar, aun estando en el poder y, finalmente la utopía de pretender gobernar con los mismos dirigentes partidistas que son quienes han propiciado el desprestigio de una actividad cívica innata a la sociedad toda como lo es la política, que no es otra cosa más que “la actividad humana que tiende a gobernar o dirigir la acción del estado en beneficio de la sociedad”. Aunque muchos no lo entiendan, todos somos agentes políticos de una u otra forma, no obstante ello, la cuestión está en ser un “agentes de cambio”.
Si analizamos un poco el debate que ha tenido lugar en cadena nacional, nos encontramos con un panorama francamente desolador, donde ninguna de las cartas disponibles para cumplir el rol de Presidente de la República es capaz de tratar con seriedad, transparencia y completo respeto para con el país, las políticas de estado que nos convocan; los candidatos en la primera oportunidad que tienen recurren al juego de palabras que tiende a confundir y a utilizar las pasiones y dolores del pueblo de Chile en pos de conseguir un voto; y eso no es justo, es simplemente una manipulación dura que no encuentra frontera en ningún partido ni creencia.
Mientras que nos encontramos con un Eduardo Frei nervioso al ser, virtualmente alcanzado, por un “recién llegado” (Ominami), observamos a un sólido pero muy desfasado Jorge Arrate, quien con sus planteamientos “extremos”, sólo nos deja entrever lo que sería el mejor panorama para el país, aunque bajo el prisma de una política simplemente inviable, si queremos mantenernos como un país moderno y eficiente. Finalmente, dos exponentes del llamado “cambio” surgieron como nombres para cumplir con el rol de futuro presidente de Chile, a saber Sebastián Piñera y Marco Enriquez-Ominami.
Marco Enriquez-Ominami juega de forma peligrosa con las palabras y hace uso de la ilusión, la cercanía (carisma) y la rebeldía que muestra ante los partidos tradicionales respecto de un sistema abiertamente retrógrado y poco eficiente como lo es la política actual. Ominami se presenta con un gran aumento de votantes y enmascarando todas las expectativas de jóvenes que desean ser participes de la política de un país que hasta la fecha les ha cerrado la puerta en la cara. Chile quiere ser joven y Marco Enriquez-Ominami lo sabe bien, aunque lo explotó aún mejor.
Sebastián Piñera tiene el poder del cambio y la solvencia económica como para mostrarse desinteresado por conseguir con ánimo de lucro la Presidencia de la República; sin embargo, es su propio patrimonio quien le ha representado una desventaja frente a un sistema que ve a los ricos como abusadores y explotadores del sector más trabajador del país.
Un buen comienzo es entender las políticas disfrazadas y populistas que trenzaron los candidatos, es el interpretar las verdaderas intenciones y el juego político que cada quien utiliza, ya que a ratos parece vergonzoso el observar una pugna televisiva abierta, donde nos encontramos con un Jorge Arrate que ofrece delante de todo Chile un “pacto entre los tres candidatos de izquierda para boicotear cualquier posibilidad que tenga el candidato de la coalición por el cambio”, eso es desesperación e implica una completa manipulación de la voluntad de cada uno de los electores que ha confiado en sus capacidades individuales. ¿Eso es democracia?