Personeros y clubes electorales
Antes del primer gobierno civil, en el Perú las elecciones se decidían en luchas callejeras incentivadas por los clubes electorales.
Antes del primer gobierno civil, en el Perú las elecciones se decidían en luchas callejeras incentivadas por los clubes electorales.
Revisando las noticias sobre las últimas elecciones municipales y regionales de octubre de 2022 llama la atención aquella en la que se da cuenta del ataque violento al personal del Jurado Electoral Especial de Lima Este por parte de simpatizantes de un partido político en competencia, incidente ocurrido el 30 de setiembre.
En las turbulentas elecciones de autoridades públicas de los últimos años, la figura del personero ha cobrado una particular importancia, tanto así que muchos de los candidatos en sus discursos de campaña apelan a la lealtad de sus personeros para defender el voto y evitar el fantasma de un posible fraude.
Y no son pocos quienes se han atrevido a afirmar que, por encima del Jurado Nacional de Elecciones, el triunfo o la derrota de un candidato lo decide la pericia y eficacia de los personeros, quienes no dudan en protagonizar peleas y riñas contra el bando rival con el fin de defender los intereses de su candidato o partido.
Remontándose a la historia del Perú, estos personajes traen al recuerdo a los populares “clubes electorales”. Estas asociaciones se originaban alrededor de la figura de un determinado candidato y tenían como misión organizar y movilizar a los partidarios a los lugares en donde se realizaría el acto electoral. No era de extrañar que muchas veces se vieran inmersos en enfrentamientos violentos.
Era moneda corriente por aquellos años que en medio de esta violencia se decidieran los resultados de las elecciones. Prácticamente, el destino del país se decidía través de peleas callejeras. Es por este motivo, principalmente, que a los civiles les iba tan mal en las elecciones, al menos hasta 1871 en las que Manuel Pardo se alzó con la victoria.
A los militares les resultaba más fácil organizar grupos de personas capaces de defender las mesas electorales, incluso a través de la imposición de las armas.
Es por esta razón que antes de Manuel Pardo solo dos civiles hicieron un serio intento por alcanzar la presidencia de la República. El primero fue Domingo Elías en 1859 y 1858 y el segundo, Manuel Toribio Ureta en 1868 y 1871. Ninguno tuvo éxito.
Puede resultar una simple coincidencia o tal vez los líderes de la rancia izquierda peruana aprendieron bien la lección de los antiguos clubes electorales. Lo cierto es que “los camaradas” son tan buenos organizando y adoctrinando a sus personeros para tomar el poder, como pésimos para administrar el mismo. Los resultados saltan a la vista.