El Nobel de Obama
...ojalá nos sorprenda.
...ojalá nos sorprenda.
Sentada, sola y ensimismada en una nube de ideas locas que recopilo ciertos días y a ciertas horas en mi pequeño cobijo del oriente cubano, pensaba yo en la suerte de destino que le ha tocado a Obama con la asombrosa concesión del Premio Nobel de la Paz. He dejado reposar los días, y el tsunami, en Cuba, de opiniones asentadas y convencidas del gazapo ya toma aire de chiste popular.
Si la esperanza de la humanidad radica en la efusividad caritativa del presidente de Estados Unidos, los cubanos más tolerantes que me rodean solo se limitan a concluir: “ojalá nos sorprenda”
Y es que lo que hizo y hará, lo que pensó y promete, lo que representa y no es, es drama incierto. Una carga de juicios se le aglomera con energía hostil y vigilante de sus actos. Y me pregunto ¿qué sentirá Obama el hombre, el que habita sin trajes, el de suspiros y sonrisas forzadas, el que tiene sexo, o cierra los ojos para reposar el peso que él mismo echó sobre sus sueños?
El grácil triunfo sobre el racismo en la política norteamericana le transformó en oasis para el orbe, expectante del triunfo de la cordura sobre el extremismo de las atestadas casillas de banco de unos pocos, y los escrúpulos muertos de unos cuantos afiebrados de egoísmo y oro.
Las razones de premio sobran. ¿Pura adulonería? ¿Jurado astuto? ¿Descreído? ¿O ingenuo? ¿Estrategia de contención a la política exterior del imperio, o impulso a la iniciativa humana que emerge de un propuesta de reforma del sistema de salud nacional exigiéndole enfrentar los millones engavetados y museables de quienes invierten en la muerte ajena para asegurar la vida propia?
Los Nobels ya no encuentran la fe de antaño. Hay muchos desaciertos guardados en la memoria, injusticias dadas por los prejuicios, los vetos y la autosuficiencia occidental. ¿Cuántos vivos y muertos, anónimos o famosos, lo sangraron sin obtenerlo?
Los cubanos que me rodean, y yo misma, no sabemos qué hará Obama. No nos gustan las expectativas forzadas. El jurado quiso hurgar el futuro, anteponerse a él, pero lo cierto es que lo ha dejado a un hombre solo, insuficiente para arreglar el mundo, siquiera para frenarle en su destrucción.
Habría que dar el resto de los Nobels a los políticos de regiones extremistas, y sentarse a la espera, no de los buenos pensamientos, sino de los sentimientos nobles que arranquen una acción firme a favor de la vida en el planeta azul.
El hombre de las dos caras, el de las diplomacias, que aún no se define, debe un mundo de favores por la presidencia, e hipotecó sonrisas a los patrocinadores. Le dieron la responsabilidad de la paz mundial, cosa abrumadora, ¡que no se trata solo de guerras!, sino de derechos truncados a los mortales y al entorno.
Será traidor o mártir. O se desharán de él quienes financian y se benefician del neoliberalismo y la expansión “¿signada por Dios?” a los Estados Unidos, o el Obama lleno de valores, ideas, proyectos para un pueblo próspero, que trabaje por sí solo para salir adelante, habrá llegado al suicidio, si no físico sí del alma, que en el momento en que más grande fue nada pudo hacer para exhibir el latido y la propulsión de sus actos.
Claro, si existe en verdad un Obama sincero y no es disfraz político. Y no estoy perdiendo el tiempo en un rincón, mirando mis ideas y juntando las de quienes me rodean en una nube extraña y cansada de guerras, mentiras, hipocresías, y promesas, que ubican al “presidente negro” en el plácido sueño en la Casa Blanca mientras un niño muere de hambre en África, una base militar se instala en Colombia, un Israel aliado mata cientos de palestinos para vengar a uno de los suyos, las calles de Honduras tragan sangre de sus muertos mientras un payasada política bien pagada se proyecta entre el presidente y el golpista, un bloqueo económico comercial le hace la vida más dura a Cuba, se desinstala a paso de ameba la tortura en Guantánamo, continúan los muertos en Afganistán e Irak, y el protocolo de Kyoto aún espera.
Y todos los males que enumero se multiplican por 10 o por millones mientras a un hombre solo, que dice mucho pero aún no hace nada, le asignan el mundo sobre el dorso mientras otros hilos le atan a minoritarias arcas llenas. Ojalá nos sorprenda.